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El chicharrón que se convirtió en serpiente - Nanthe rimu u’i ndi sipehr ta’ih | Uzá’ (Chichimeco Jonaz) - Español

El chicharrón que se convirtió en serpiente

Autor: José Trinidad García Ramírez

Traducción al español: Juan Baeza López

Quién iba a creer que existiera un hombre tan hambriento. ¡No paraba de comer! Alguna gente pensaba que cuando Dios lo creó le puso buche de gigante. No se habían equivocado, aunque a él no le importaba lo que dijera la gente. Su única preocupación era mantener contento su estómago. De hecho, su afición por la comida lo convirtió en un excelente cocinero, así que no faltaba el intruso que quisiese probar sus deliciosos platillos. 

Aquella mañana estaba prendiendo la leña para freír unas carnitas de puerco. Su esposa compartía su gusto por la comida, así que ambos se repartían las labores. En esta ocasión a la señora le tocó hacer las tortillas. Mientras los padres preparaban su desayuno, el hijo se subió a la azotea y estuvo vigilando que nadie llegase a visitarlos. 

Sin embargo, aquel día llegó a saludarlos el vecino. Aquél era muy pobre y llegó con el pretexto de platicar con el padre. Tenía la esperanza de que le invitara un taquito. Pero el insaciable hombre era tan egoísta que se hacía el indiferente ante su vecino. No tardó en irse el señor. Ya que se quedó sola la familia, el padre le dijo a su hijo: 

—Saca la cazuela de las carnitas para echarnos el almuerzo. 

El hijo fue al patio donde se estaba cociendo la carne. Al quitar la tapadera de la cacerola vio que, en lugar de la carne de puerco, estaba una serpiente. Pensó: “Entonces ya no comimos”. 

Entró al interior de su casa y le avisó a su padre de su hallazgo. Aquél se asustó, pensó que era cosa del demonio, así que fue a dar parte al sacerdote del pueblo. El clérigo regañó a ambos. Les dijo que seguramente habían cometido algún pecado y, como castigo, Dios les había enviado esa serpiente para que la criaran. Les dijo que se marcharan y nunca volviesen a comer carne de puerco, que mejor comieran gallinas o guajolotes para que no pasase de nueva cuenta ese incidente. 

Se regresaron a su casa y don Buche de Gigante estuvo alimentando por años a la serpiente. El animal fue creciendo hasta pesar como dos toneladas. La familia estaba impresionada por el tamaño y por el insaciable apetito del reptil. Fueron a ver otra vez al sacerdote, y le dijeron que ya no tenían nada que darle. 

—Todo se lo ha comido este animal del mal —dijo la madre. 

El sacerdote les pidió calma y los tranquilizó diciéndoles que él se haría cargo de la serpiente. 

—Tráiganla para que sea un ejemplo para mis fieles. Que vean qué sucede cuando cometen algún pecado. Eso va dar mucho de qué hablar en el pueblo —dijo el sacerdote. 

No tardaron en conseguir una carreta. Subieron a la serpiente y la llevaron a la iglesia del pueblo. Fueron arreando con fuerza a los burritos que trabajosamente trasladaban la carga jalando la carreta. 

Llegaron al templo cuando ya había iniciado la misa de doce. El padre les pidió que pasaran la serpiente al interior. Los feligreses se asombraron del tamaño del reptil. El padre empezó a sermonear a los asistentes sobre el castigo de Dios que reciben quienes cometen algún pecado. Les pidió que no siguieran los pasos de don Buche de Gigante y de su familia, ya que estaba seguro de que su egoísmo había sido castigado de esa manera.



Nanthe rimu u’i ndi sipehr ta’ih

Autor: José Trinidad García Ramírez

Traducción al español: Juan Baeza López

Kini nt’a kanga meni ki’ob n’i ujen, ma uni ebeh rikhur uku’n bebe mare ema: ka endi nunkhí uro’, be kini kanga ur’ok’o nindo enuts, be anthepan ma kabah egá’, ebeh utshe’r, mani majabe ebeh rikrur ukun, mare ema: uhá ch’e nt’a man’í sungome, ubés sa’ i’e u’i ruba, sa’ i’e ebeh ema: kasa etíka, sá’ uru ma ese: sa’ ubés sa’ uni’ ese: chisugwi’ sa’ nim’ah ikhe’, sa ungwa natsa tusáse, tata sa’ utiro’ sa’ lamas ehan, ibua n’igo’re kima’b ugets ma e’i uza musa, ubes kabah ndi nanthe ega’ urú nasu nande ma egá’, sa’ nabi’ uso, ubés sa’ susame, undi rangwi’ urús ma ema: kateh enu’k tarangwik, kauj tata nant’a taku nanthepan sungomé, ebeh tutshe’rm’u, ubuá ku’am’ú ubés ubuá nasu’ sa’í chi katse esek, pari ijek majer iseuj tana’i ijék itan kinu’ me ema: chi iro’ nasu’ lugar nde ungwe’ mit’e kumo kima, sa’ i’e sa’, igo’re it’e nigweh ru’e, ubés sa’ sapha mamba’ undi nanté uta’, undi rangwi’ urú ma ese: kabe u’e ka nasu’ sa’ ni nande’, kasa’ ubuá na’i nambe’ urho be chi sa’ ijek kisej kabe’ u’e sa’ ki’i kungwih parabe urir rinhi kingor ugút’e kumu: ijek ki’i kungwih kiku rin’e besa’ uri’r rinhi aporis, be sa’ i’e utshás, marhe urús tarhe ugan ma undi ubih ta rin’e ur’orí upók epih, sa’ rangwi’ ur’ah sa’ tateh rini ubuab, na’i sugata’ tangun, nasu’ masa’ ni nande’ ebeh rini emab, nasu’ nehé nimhu’ urun, besa’ ubo’ tahán, ube’ ure nasu’ ta’ih khi me kanga sa’ rute’n, ubo’ ki tabun urir ni kima’ tatehr mata mare’ sa rinhi upo’rhe mhe iro’re iser.

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