El origen del hombre, del fuego y del color del cielo - Ár ‘mui ar jä’i jar ximhai, ar tsibi be ár njät’i hmets’i | Hñäñho (Otomí) - Español
El origen del hombre, del fuego y del color del cielo
Autor y traductor: Severiano Andrés de Jesús
En sus orígenes el mundo estaba poblado por enanos. Estas criaturas eran tan pequeñas que todo lo que cargaban lo arrastraban por el suelo. Aunque físicamente débiles, sus almas eran buenas. Conservaban su comida en ollas muy gruesas y amontonaban piedras para vivir dentro de ellas. Todavía mucha gente cuenta que aún es posible encontrar estas pequeñas montañas de piedras de aproximadamente un metro de alto. Aunque Jwä mismo los había creado, no llegó a querer a los enanos, ya que ni siquiera eran capaces de construir una casa decente. Un día, se propagó una terrible enfermedad entre los hombrecitos y ninguno de ellos sobrevivió.
Jwä decidió no volver a crear seres tan diminutos y, valiéndose de su poder, dio vida a seres gigantescos. Sin embargo, estos seres se alimentaban con alimentos crudos, molían el pan o la fruta entre sus manos y se frotaban las migajas o el jugo en los brazos y así en todo el cuerpo. Los gigantes no comían por la boca, sólo absorbían los alimentos crudos sin cocer. Eran muy nobles, pues vivían al día y solamente “buscaban la vida”. Por no comer sanamente eran muy débiles y sus huesos muy blancos. Cuando el viento soplaba fuerte, los gigantes perdían el equilibrio con facilidad y caían de bruces sobre la tierra. Por ser tan pesados no podían levantarse y ahí se quedaban hasta la eternidad.
Igual que en el siglo de los enanos, la era de los gigantes llegó a su fin. En esta ocasión no fue una grave enfermedad la que los extinguió, sino un diluvio. Durante cuarenta días llovió sin parar y la tierra —con todo y vida— se fue inundando hasta desaparecer, formándose un inmenso lago.
Cuando el cielo se aclaró, todo el mundo estaba bajo el agua. Por mucho tiempo no se divisó la tierra. Para investigar si el agua se había evaporado y la tierra había emergido ya en alguna parte, Jwä envió a la tórtola, asignándole dicha encomienda. Si al regresar sus patas estaban manchadas de lodo, significaría que la tierra estaría lista para ser poblada por una nueva creación. Sin embargo, el ave era muy vanidosa y no quiso ensuciar sus hermosas patas. Por su desobediencia, Jwä la condenó: jamás podría beber agua de día, sólo podría hacerlo al anochecer, una vez que se ocultara el sol. Ante el fracaso de la tórtola, Jwä envió a otras cinco aves mensajeras con la misma misión: el gorrión, la golondrina, el “viejito”, la calandria y la codorniz. Dos veces volvieron sin novedad, pero a la tercera vez regresaron con las patas llenas de tierra. Su recompensa fue enorme: por toda la eternidad comerían bien sin esforzarse por trabajar, además portarían una hermosa “corona” de plumas que adornaría su cabeza.
Una vez que el agua se evaporó, la tierra estaba en condiciones de ser habitada por la tercera creación de Jwä: la humanidad. En esta ocasión el creador dotó de vida a un nuevo ser, ni tan pequeño como el enano ni tan grande como el gigante: el humano, el cual descubrió el fuego. A diferencia de los gigantes, el hombre aprendió a cocinar sus alimentos para no comerlos crudos. Buscaba leña en el regazo de los cerros, encendía su fogón y cocinaba o asaba su comida. De manera distinta a los enanos, aprendió a construir casas que lo protegían del frío, del calor, de la luz y de la obscuridad. Eran sus refugios. Durante el día, los hombres salían de su morada para cazar animales, pescados o sapos que, al regresar, las mujeres cocinaban en el fogón.
En la era de los enanos y los gigantes, el cielo era limpio, bonito, puro como el mismo paraíso y totalmente blanco. Sin embargo, en la era de los humanos, el humo de la lumbre y de los cohetes que solían tronar provocó que el cielo cambiara de color, tornándose azulado.
Desde sus alturas celestes, Jwä observaba el universo. Para investigar qué estaban haciendo los humanos y por qué razón el cielo se estaba tiñendo de azul, envió a la tierra a un zopilote. Siguiendo la línea del humo, el zopilote llegó al mundo. Se posó junto a unos hombres que prendían leña para preparar su comida. En vez de dedicarse solamente a investigar, el zopilote conversó con los humanos, quienes le ofrecieron un “taco”. Gustoso aceptó la invitación y comió la carne preparada. Al terminar emprendió el vuelo y regresó ante Jwä, quien, enojado por su desobediencia, le castigó. Por toda la eternidad los zopilotes fueron destinados a comer carne putrefacta, nunca podrían tener una casa o nido bonito, fueron condenados a poner sus nidos en cuevas o grutas oscuras y desnudas y, lo peor de todo, su cabeza sería muy fea, sin una corona de plumas que los adornara.
Con esta misma misión, Jwä mandó al cuervo a la tierra. Al llegar con los hombres también le invitaron a su mesa. A diferencia del zopilote, el cuervo no accedió ni siquiera a descansar e inmediatamente regresó para informar al creador. Satisfecho con el cumplimiento de la criatura, Jwä lo premió con la corona.
A pesar de ello, y aún preocupado por su cielo, que seguía cambiando de color, envió a otro de sus mensajeros: el gavilán, quien, sin ceder a la insistencia de los hombres, tampoco comió lo que le ofrecieron y pronto regresó para informar a Jwä. Por su buen comportamiento fue premiado con la corona, se le otorgó la dicha de comer buena carne y de vivir en un nido agradable.
El cuervo y el gavilán fueron obedientes; por lo tanto, comen de manera “limpia” y son libres para “buscar la vida”. El zopilote, empero, tiene que buscar su comida y está destinado a comer carne en estado de putrefacción. Las plumas de las primeras dos aves, por ser buenas, tienen cualidades medicinales. Al cocerlas en agua y tomar el caldo, el humano se protege contra la envidia de sus hermanos, y, aunque éstos se enojen o deseen hacerle daño, no lo pueden afectar.
Las aves elegidas para cantar también portan la corona y comen bien, sin necesidad de “sembrar y cosechar”, como los hombres. Sus plumas son benéficas y su canto es una alabanza para Jwä. Por esta razón, Dios les facilitó el alimento y no les dio las penurias del trabajo pesado. Sus bellas melodías predicen a los campesinos la pronta llegada de las lluvias.
Hoy en día, los arroyos que “lavan la tierra” con sus corrientes la erosionan. En tiempos de sequía quedan al descubierto los huesos blancos y enormes de los gigantes. Esos restos, que siguen encontrando los lugareños de hoy, representan clara evidencia de una vida pasada, pues son los huesos de los gigantes justos y bondadosos que vivieron hace mucho tiempo en un reino iluminado por la claridad de un cielo blanco y puro. A pesar de los siglos que han pasado, los huesos siguen siendo blancos y su efecto medicinal es prodigioso. El “hueso de gigante” cura los “espantos” cuando es molido e ingerido o untado sobre la espalda y los brazos de la gente.
Los ñöñhos de San Ildefonso, Tultepec, conservan la creencia de que en nuestra era ocurrirá otra catástrofe y el ser humano desaparecerá de la faz de la tierra. Jwä vendrá a juzgarnos y nos castigará porque nos hemos olvidado de él y hemos perdido la pureza de los enanos y los gigantes. No se sabe si nuestro mundo será exterminado por el fuego o por el agua. Se esperaba que, en el año 2000, la tierra, junto con toda la vida que habita sobre ella, fuera destruida por el fuego, así el planeta se purificaría y podría recibir a sus nuevos ocupantes. Se dice que cuando esto suceda el color azul del cielo se transformará en un amarillo dorado. Quiénes y cómo serán los nuevos habitantes que vivirán bajo este nuevo techo el mito no lo explica…
Ár ‘mui ar jä’i jar ximhai, ar tsibi be ár njät’i hmets’i
Autor y traductor: Severiano Andrés de Jesús
’Bu mbi ’mui ar ximhai, jar hai mi ‘bui ya t’olo jä’i. Nuya ya t’olo jä’i mí txutx’ulo, gatho nu’umí tu mí jutho jar hai. Mí tx’utho yá ts’edi, yá anxe mar na za. Mí kwati yá nts’i ja ya ts’oe mar mpidi ne mí hoki yá nguu ko ya do pa ndi ’mui mbo. Mí hmä madui mahets’i mí ’bui ya t’olo t’oho ne ya do de ’na ’mai ár hñets’i. Jwä xkí ’yot’e, pe himí ne nuya ya bätsi, txutx’ulo, mí entho ar ndähi; himi mar tsa ndi guts’i ’nar nguu ’mui. ’Nar pa bi zoho ’nar hñeni ne bi wadi gatho ya t’olo jä’i ni ’na bi bongi.
Jwä bi jäts’i hingi ndi mengi nda mehni ya t’olo jä’i bi mä hinte ndi ’mui jar ximhai. Gem’bu bi ’mui ya hets’ujä’i. Ya hets’ujä’i mí tsi yá nts’i mí ’ñätho. Mí kuni ar thuhme ne ya gi já yá ’ye, ne gem’bu mí nkots’i já yá ndo’yo gatho ya ngunt’i, ar dehe himí tsi, mí nkots’i ’nehe. Mí nja’bu ya hñets’i gatho himí ñuni, hontho mí nkots’i yá nts’i. Himí udi ya zá, mí otho ar ’bifi, hontho mí “honi yá nzaki”; mya na hogujä’i, yá ndo’yo mí hyaxkutho. ’Bu ya nda ’ño ar ndähi nts’edi, mí jwangi, ne himar tsa ndi nangi, mí tsamuhñu yá ndo’yo. ’Nehe ár siglo ya t’olo jä’i bi thege, gatho bí du, pe ya dätä jä’i himbi thege ko ’nar hñeni sinu kor dilubyo. Getho bi thogi goho ya ’ret’a ya pa bi ’wäi ar pa ne ar xui asta bi njo’mi ya t’oho ko ár dehe ar ’ye. ’Bu mbi maxki hmets’i, ar dehe xkí ñuts’i gatho jar ximhai.
Ya pa bi thogi, pe ar ximhai himí neki getho xkí ñuts’i ar dehe xi nzatho. Jwä bi mehni ar kongo jar ximhai, pa ndi nu ar dehe ha xkí ngäi. Ne ha mí tu ya bohai yá wa, pa ndi bädi ha xkí maxt’i ’nar xeni ar hai pa ndi gäi ya ’ra’yo ’mui. Ar ts’ints’u himbi ’yot’e nu Jwä, himbi ne bi ts’oni yá wa. Ar mets’ugu Jwä bi z ̲ ui: ne bi xifi hingi ndi zi ar dehe gatho ar pa, hontho ndíntsithe nu’bu ya ndi ñui ar hyadi.
Jwä bi mengi bi ’ñets’i kut’a ya ts’ints’u pa ndi ma ne nda pengi, ar ’nokune, ar ’ñuxumuro, ar “xita”, ar bindo ts’ints’u ne ar kongo, pa ndi ’yot’e xkagentho ar ’befi. Nuya ya ts’ints’ubi ma yoho ya bes pe hinte bi dini. Ar hñu ar boni, nä’ä mba pengi xkí thege ya bohai yá wa. Ár ’rähä bi dähä xingu: Jwä bi xifi nzäm’bu ndi ñuni xi hño, hingi ndí mpefi, ne ndi du yá “korona”. Jwä bi tutuwi yá xi’ni já yá ñä.
Bi thogi xingu ya pa, ar zabi bi xa ne bi mengi ár ’ra’yo ’mui ya jä’i. Nxoge ya siglo bi ’mui ya t’olo jä’i ne ya hets’ujä’i, hmets’i himí njät’i nk’angi ngu nu’bya. Mar nzatho, xoge mar nt’axi. Gem’bu bi ’mui ya hets’ujä’i. Jwä bi ’yot’e ’ra ya jä’i himya dätä ne himí txutx’ulo, mar nzatho. Nuya ya jä’i bi dini ar tsibi. Mí honi ya zaa ja ya t’oho, ne pa ndi tsoke ndi dä ya nts’i pa hingi ndi zi ’ñätho yá nts’i. Mí honi yá ’mui ne mí hoe ya nguu pa ndi daki ar tse, ar hyadi, ar tsibi ne ar ’bexuwi. Gatho ar pa mí poni já yá nguu pa ndi hyo ya zu’we komongu ya hwä, ya sapo, ya zu’we t’oho ne mí pengi já yá nguu, pa ndi hoki yá ’behñä yá nts’i jar tsibi. Ár ’bifi nuna ar tsibi ne ya nzaxthi bi ts’oni hmets’i, ar kolor bi k’angi.
Ndezu ma ñä hmets’i, Jwä mí he’mi jar ximhai. Pa ndi nuu ya jä’i himí ’bui xi hño ne yogo’ä hmets’i xi mir k’angi, Jwä ba pehni ’nar padá jar hai. Pa ndi deni ár ’ñuu ar ’bifi, bi zoho jar hai ne bi hñudi getu’bu ho mí ’bui ’ra ya jä’i mí tsät’i ya zaa pa ndi hoki yá nts’i. En bes ndi nuu temu mí pefi ya jä’i, ar padá bi ñähu ne nä’ä mbi t’uni ’nar “ ’baxuhme” bi hñä ar nt’uni ne bi za ar ngoxkí thoki. Nä’ä mbi mengi konge Jwä bi xekwi ar hñä ne bi zui. Jange nzäm’bu ya padá bi t’uni ya temungo ne hontho ndi mets’i yá nguu ja ya do, ne ya nguu hingi nzatho, ndi ñut’i ja ya oki ho xi ’mexuwi, ne ba t’umbi ndar ntheni, yá ñä hingi nda du yá xi’ni.
Nuna ar pa bi ’behni ar ’mentx’a jar hai. Mbi zot’e ho ’bui ya jä’i, bi zohni ’nehe jar mexa; gem’bu ar ’mentx’a himbi wat’i, ispi mengi ko ár hmu pa ndi xifi temu mí ja. Jwä bi njohya ko ár ’mentx’a, bi wat’i jar ’ñu hmets’i, nuna ar ts’ints’u ba t’uni ár fui.
Mbi tho’bu bi mengi bi mehni ar nxuni ma ’nai pa ndi nuu ya jä’i, ’nehe himbi zi nä’ä xkí thoki jar ximhai bi dembi ár hmä Jwä pa ndi t’uni ár fui, ár ’mafi xi nzatho ne ndi ñuni xi hño.
Ar ’mentx’a ne ar nxuni bi ’yode, jange tsi ya ngo ar za ne nzäm’bu ’yomunhño “honi ar nzaki”. Ar padá da zi nä’ä da dini, asta ar ngo xi ts’oni da zi. Nuya ya ts’ints’u gatho yoho tu yá xi’ni ne ar za pa ar ’ñithi getho bi ’yot’e Jwä. Yá xi’ni da dä jar dehe ne gem’bu da ts’ipi ár ngi, nä’ä to da zi ár ngi hinte da ja ar nt’utsa, anke ’nar jä’i t’utsa pe hinte da njapi.
Ya ts’ints’u xi t’ets’i pa da nxadi, gatho tu yá fui (ndehe) ne ñuni xi hño sinku da mpefi “da mpot’i wa da nxofo” komongu ar jä’i. Yá xi’ni da ’ñithi ne yá thuhu yá nsadi pa Jwä; jange ba t’umbi yá nts’i, pe hinda mpefi jar hai. Yá nsadi pa da mats’i ya wähi pa ngut’ä da e’bu ar ’ye.
Nu’bya gatho ya hñe ho thogi pots’e yá ndo’yo hyaxkutho dige ya hets’ujä’i mahä’mu ne nu yá ndo’yo ar za pa ar mbidi, pa ar ndähi getho mya hogujä’i, ni ’nar pa bi nts’okute ne ar thuhu nuna ar ndo’yo ar “ ’yomut’i”. Da junt’i da ts’i wa da junt’i ne da joxt’i já yá xutha ne yá ’ye ya dathi.
Nuya jä’i nu’u ’bu’bya ya xi nts’oni, hingi njangu nu ya t’olo jä’i wa ya hets’ujä’i nu’u bi thogi, nu’u mí pets’i yá hoguanxe, himí nts’oni. Nu’bya hingi mfädi nuya jä’i nu’u ’bu’bya da thege kor nzät’i wa da bongi ’ra, pe mí ’ro’mi ar jeya yoho ya ’ret’anthebe, gatho ar ximhai ndi zät’i ya jä’i pa ndi mengi da n’ra’yo ar ’mui. Ár njät’i hmets’i pe da mpati da nk’axt’i nzät’i. Nu’bya hingi mfädi, togo’u da ’mui madui jar hai ’bu xta n’ra’yo ar ximhai. N’ra’yo ar ximhai.
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